3 abr 2010

Ambiente piantavotos

Ambiente piantavotos

En medio de una gran corriente ambientalista, que ha pasado a ser tema principal en las sociedades de todo el planeta, encontramos la infaltable y novedosa paradoja argenta: acá el cuidado del medio ambiente no sólo no es tema principal ni de agenda, sino que damos muestras concretas de que navegamos contra el sentido común en la materia.

Tales muestras se materializan en la interminable, costosa e infinita limpieza del Riachuelo; en predios de disposición de residuos sin una mínima protección ambiental, en la falta total de una política de separación y reciclado de basura, en la inmoralidad de los agroquímicos contaminantes utilizados desmesuradamente y sin límites, en el descontrol de la minería y sus efectos, y ahora, para seguir desentonando, también ponemos a funcionar usinas de carbón en la patagonia.

En las reuniones mundiales sobre medio ambiente resulta imposible obtener compromisos reales de grandes países, exceptuando algunas potencias europeas, quizás por la falta de alternativas rápidas y eficaces para el reemplazo de sistemas energéticos basados en el carbón, tal como es el caso de China.

Lo que resulta paradójico en Argentina es que, siendo un país pionero en la generación de energía hidráulica desde hace bastante más de 100 años, que cuenta con inmensas áreas de una insolación excepcional, que además tiene su ventosa patagonia con un caudal energético infrautilizado, y disponiendo de un litoral marítimo extensísimo para obtener energía mareomotriz, en 2010 se sigan realizando inversiones desmesuradas para seguir depredando recursos no renovables y encima contaminar.

Parecería que el desarrollo, la bonanza económica, la calidad de vida, el crecimiento y la generación de las bases para un comercio e industria competitivos, solamente pudieran concretarse a costa de la cara hipoteca de los recursos naturales.

Se hace muy dificultoso para el ciudadano común, que está informado de lo que ocurre en el mundo con el cambio climático, con la aplicación cada vez mas generalizada de tecnologías limpias y sustentables, con el cuidado y protección de los recursos naturales desde las políticas de estado, comprender las causas de este proceso argentino, que rema terca y tozudamente contra una fuerte corriente de sentido común.

No hacen falta megaobras para adecuarnos a los nuevos tiempos; solamente desde una favorable política de implementación de energía eólica, solar, hidráulica, geotérmica, mareomotriz; de sistemas de tratamiento de efluentes y de uso de controladores orgánicos en cultivos, en forma natural y sustentable, que puedan ser aplicados desde la pequeña escala vecinal en adelante, se podría comenzar una nueva etapa ambiental promovida desde el Estado.

Respecto de la minería, hay nuevos procesos y controles que minimizan el impacto ambiental, los que deberían ser evaluados conjuntamente con la relación costo-beneficio, pero colocando en ambas partes de la ecuación el principal determinante: el legado en la naturaleza durante y después de la explotación.

Un Estado que ha logrado sortear los indultos, las leyes de obediencia debida y de punto final relativas a crímenes de lesa humanidad, no debiera tener inconvenientes en revisar acuerdos y leyes que comprometen, en definitiva, la salud y el futuro de todos los habitantes del país, presentes y por venir.

Cuando se ven las cifras invertidas en proyectos antiambientalistas o en escandalosos subsidios para mantener un esquema energético no sustentable absolutamente perimido, el ciudadano elector comienza a inclinar la balanza de su futuro voto hacia quienes se muestran decididamente comprometidos a realizar cambios profundos en materia ambiental.

Tan fuerte es esta sensación en la sociedad, que es muy probable que este tema sea uno de los principales factores determinantes en las próximas elecciones, si no se diera un giro de 180 grados en la dirección de las políticas ambientales actuales.

No es acaso un crimen de lesa humanidad dejar sin agua potable, sin tierra fértil y sin aire respirable a las venideras generaciones?

La sociedad difícilmente olvide un veto presidencial a una ley de protección de glaciares que tuvo un consenso inaudito en el Congreso, así como tampoco olvidará fácilmente la puesta en marcha de una usina de carbón en la patagonia, o las descontroladas mineras que sólo pueden ser amainadas por movimientos populares locales, ni el uso sin control de agroquímicos problemáticos e insalubres, ni los basurales sin tratamiento ni aprovechamiento.

Inevitablemente, en la forzada elección entre dinero y agua, aire y tierra sanos, ya sabemos por qué optarán los ciudadanos.

En la política se suelen cometer errores de apreciación de lo que la gente quiere y necesita, pero cuando se trata del clima, del medio ambiente y del mundo que estamos dejando a nuestros descendientes, la gente no es indiferente; es más, ya tiene su voto cantado.